[... continuo la historia con la que abrí este hilo ...]
Capítulo II: cómo llegó a casa mi primer ordenador personal (y como durante una semana fui usuario virtual de C64)
Mi idea era pedir para reyes un Spectrum D16 que costaba (mi memoria es vaga con algunos datos) unas 26k ptas. No tenía mucha ambición, sabía que en casa no sobraba el dinero. Todos los sábados bajábamos a hacer compras al centro de Málaga, y yo siempre aprovechaba para escaparme al Corte Inglés y explorar las secciones de electrónica y tecnología en busca de novedades con las que sólo podía soñar, y en particular la sección de microinformática (única que conocía, aunque ya había otras tiendas en Málaga). Cuando fui a principios de diciembre, me dijeron que el modelo D16 ya no se vendía, que tenían el D48 aunque salía algo más caro, por encima de las 32k ptas, y aparte habría que añadirle una unidad de cassette (no teníamos ninguna en casa).
Curioseando encontré con un pack de oferta: Commodore C64 + Datassette + Joystick minimalista (palito y botón encima), todo por 59.999 ptas. Cuando fui con mi madre la convencí que merecía la pena por la diferencia (la clásica estrategia del "poyaque", por supuesto con el pleno apoyo del vendedor). Mi madre tenía la tarjeta que permitía fraccionar el pago en 3 meses (entonces aquello parecían las finanzas venidas del futuro), rellenamos los papeles, pero no tenían stock. Cuando les llegase, lo mandarían en el siguiente reparto por mi zona. Tampoco me importó: en casa los reyes se respetaban escrupulosamente, y aunque nos lo hubiéramos llevado bajo el brazo, hasta el día 6 de la caja estaría requisada.
Al siguiente sábado volví a hacer mi acostumbrada excursión, sólo que esta vez sabía que uno de mis sueños venía de camino. Fui a investigar los libros y juegos de Commodore, y encontré una nueva oferta: un Amstrad CPC 464 con su unidad de cinta integrada + monitor de fósforo verde (aunque por su esfericidad aquello se acercaba más a una bola de cristal) + pack de 8 juegos y programas + varios manuales, todo por 66.999 ptas. Me enamoré de aquella máquina, por una sencilla razón: llevaba el monitor incluido, no tendría que competir por el acceso a la TV en B/N de la cocina para poder usar el ordenador.
Entonces no tenía mucha idea mucha idea de las diferencias y virtudes de cada sistema. Nunca había leído una revista de informática (sólo los apuntes teóricos de la asignatura del instituto), y los pocos compañeros con ordenador tenían Spectrum, que me sonaba a una máquina maś antigua y limitada. Convencí a mi madre de que por 7000 ptas de diferencia aquella máquina venida del mismísimo futuro incorporaba el "televisor", que no tendría que compartir conmigo la TV de la cocina y podría aprender por mi cuenta en la habitación sin molestar. El vendedor cerró por el otro flanco la clásica maniobra de pinza, y de nuevo funcionó la estrategia del "poyaque": fraccionado en 3 meses aquellas 7000 ptas extra apenas se notarían. Anulamos el pedido del C64 y pagando la diferencia encargamos el pack de Amstrad, que estaba siendo un éxito y tenía una lista de espera aun más larga. Incluso me advirtieron de que era probable que no llegara a tiempo para reyes. Aceptaba la demora: aquel prodigio electrónico bien merecería la espera.
Para sorpresa mía a la semana aparece el camión de El Corte Inglés. Pero poco me duró la alegría: no traían el Amstrad sino el C64 que pedimos inicialmente. Se ve que no habían gestionado bien la anulación del primer pedido. Como uno era (y sigue siendo) honrado, rechazamos las cajas y explicamos la confusión al repartidor. Tal vez si me hubiera callado habría podido acabar con un C64 + un Amstrad por el precio del segundo, pero qué le vamos a hacer, mis padres me educaron así ;^)
Finalmente un día al volver del instituto me encontré con una nueva sorpresa: había llegado a tiempo el pedido del CPC464, PERO sólo podía abrir las cajas para comprobar que no faltaba nada. Venía de regalo una revista, la Amstrad User #2, y les convencí de que me la dejaran para irla leyendo durante las navidades. Venía un listado largo de un juego, y a mi padre le parecía increíble que alguien pudiera teclear aquel galimatías ininteligible de símbolos sin ningún sentido aparente a los ojos de un profano. Yo le expliqué que era BASIC y que estaba acostumbrado a teclearlo en el instituto.
Es más, me crecí y presumí que no me llevaría más de unas horas teclearlo. Mi padre me desafió a un reto: si era capaz de teclearlo en una par de horas y funcionaba, podría usar el ordenador desde ese mismo momento; pero si no, tendría que esperar hasta varias semanas después de reyes. Mi hermana reía ante mi soberbia. Estuve a punto de lanzarme, pero fui conservador: preferí no jugármela y conformarme con la fecha de reyes. Y menos mal que lo hice: cuando me puse a picar aquel listado descubrí que necesitaría varias tardes para completarlo. Y lo que es peor: cuando lo ejecuté, tampoco funcionó a la primera. De haberme lanzado, habría perdido la apuesta.
A partir de ahí empezó la típica historia que todos vivimos en aquellos años. Mi exigua paga semanal no me daba para comprarme juegos originales, apenas me llegaba para comprar las cintas vírgenes en las que algunos colegas con cassette de doble pletina me copiaban juegos. Convencí a mis padres de que me pagaran una subscripción a la revista Amstrad User, que devoraba puntualmente cada mes, y con la que aprendí mucho de programación y aplicaciones (realmente, cumplí mi promesa y saqué un buen provecho didáctico tanto de la máquina como las revistas). Dedicaba un 30% del tiempo a investigar y programar, y el resto a jugar. Algunos compañeros me prestaban MicroHobbys y MicroManías y me fotocopiaba los artículos y mapas de juegos comunes. Dominé el BASIC en poco tiempo, mi siguiente reto sería el Lenguaje Ensamblador.
Mi única tienda de referencia seguía siendo El Corte Inglés, y la selección de libros que tenían era bastante limitada. Tenían uno titulado "Rutinas en Lenguaje Máquina para Amstrad", para el que estuve ahorrando bastante tiempo. Pero cuando por fin lo alcancé a comprar, resultó no ser el libro adecuado para empezar. Aunque tenía un par de capítulos de resumen condensado, se centraba en ejemplos de rutinas para resolver problemas comunes. Era más bien un libro de nivel intermedio para continuar avanzando una vez que te hubieras iniciado con otro más básico. No fui capaz de superar su curva de dificultad y me quedé con la asignatura pendiente de haber programado en ensamblador para mi CPC. Mi proyecto de hacer mi propio videojuego (vaya, qué original) se quedaría esperando eternamente pospuesto.
Pero mis avances con la máquina no acabaron aquí. En el próximo capítulo hablaré de cómo cambié mi viaje de Fin de Secundaria por una unidad de disco de 3"...
¡¡¡No se lo pierdan, la próxima semana, a la misma hora, en el mismo canal!!!
