Os llevaba leyendo tanto tiempo sin ni siquiera presentarme que ya me daba asco a mi mismo


Por fin en el 89 llegó mi querido 6128. Recuerdo que lo trajimos a casa el último día de cole antes de navidad, y conseguí convencer a mis padres para que me dejaran saltarme la fiestecilla típica con los compañeros de clase y poder quedarme en casa con el nuevo trasto (ahora mirándolo en perspectiva resulta de un antisocial que lo flipas

Llegaron las olimpiadas, llegó el instituto y llegó el PC, sobre todo con la excusa de que seguir haciendo los trabajos de clase en la Olivetti era una lata. Un coqueto Schneider 486sx que hoy en día preside la mesa de mi retrocubículo en perfecto estado de revista. El Amstrad quedó relegado poco a poco a coger polvo en una estantería, desgraciadamente. Después de tantos años babeando sobre las Micromanías con los pantallazos de Amiga y Atari ST, ahora era el momento de disfrutar de todas aquellas joyas en 16 bits. Creo que nunca he disfrutado tanto delante de un ordenador como en aquellas dos intensas tardes en que mi hermano y yo nos pasamos el primer Monkey Island. Para mi aquello supuso la cima de los videojuegos, y ahora estoy esperando que mi hijo cumpla unos años mas para poder repetir ese momento con él.
La afición por la informática acabó convirtiéndose en carrera universitaria y posteriormente en mi trabajo actual como desarrollador en una empresa aeronáutica, y durante esos años seguía coqueteando de vez en cuando con los juegos de mi niñez a base de emuladores, porque ni los juegos actuales me han llenado tanto como aquellos ni el hardware actual de PC me ha interesado nunca demasiado (creo que perdí el contacto con la actualidad tecnológica allá por el Pentium II).
Volví a ver la luz hace unos pocos años, cuando estando en casa de mi futura mujer apareció mi futura suegra con una bolsa de deportes llena a reventar y me dice “esto era de tus cuñados, ¿lo quieres para algo o lo bajo al contenedor?”. Abrir aquella bolsa fue como abrir el arca perdida. Una Master System, una Megadrive, un Spectrum 48k, juegos y mas juegos, la pistolita, el joystick, los mandos… En ese momento comprendí que todos esos chismes seguían siendo para mi igual de valiosos ahora que cuando tenía 10 años, y que quería que algún día mis futuros hijos jugaran con ellos igual que hizo su padre. Rescaté el Amstrad del trastero y me puse a restaurar esas máquinas. Un vídeo compuesto por aquí, una disquetera de tres y medio por allá, mientras hacía hueco para qué todas esas máquinas tuvieran un lugar de honor en mi casa. Y así poco a poco fui adoptando mas juguetitos, acogiéndolos con todo el cariño y mucho amor. No puedo aspirar a conseguir las increíbles colecciones que teneis por aquí (ya me gustaría, ya), así que me conformo con tener al menos un ejemplar de los sistemas mas populares para poder disfrutar de aquellos juegos que veía en la Micromanía en su hardware real. Así han ido cayendo un Amiga 500 (mi sueño húmedo de juventud), algún Commodore 64 (mi gran desconocido, ya que ningún amigo mío lo tenía), algún Spectrum, algún MSX… Y de vez en cuando la emoción de encontrarte con alguno que no conocías, como un Atari 800 XL que cayó en mis manos hace un tiempo y del que estoy completamente enamorado (de hecho quiero que mi primera aportación a este foro sea un pequeño brico que hice con él).
Y ahora, recién cruzada la línea que me acerca mas a los 40 que a los 30, con un retoño corriendo por casa y otro en camino resulta que estoy disfrutando mas con estos chismes que con la Xbox 360 que tengo al lado


Un saludo a todos.