
Sigma Joyball de Luxe 1016, Quickshot IX, HAL Joy Ball, Cheetah Tortoise, Challenger RMT-120 (de izquierda a derecha, de arriba a abajo)
Habíamos jugado a las recreativas de Centipede, Missile Command o Marble Madness, y nos flipaba aquello de girar locamente la bola que controlaba nuestros disparos o que nos guiaba a la meta, era tan divertido como hacer la ruleta en el futbolín. Manejar un trackball era lo más, y las fotos del Quickshot IX prometían mucho, prometían replicar esa experiencia de juego en casa.
Pero cuando por fin lo tenemos en nuestra manos, nos encontramos con que la supuesta bola no es tal, con que la bola no gira, porque no es más que un joystick con una semiesfera encima. Si la empujas hacia delante subes, si la empujas hacia atrás, bajas. Y ni siquiera es un joystick muy sólido, porque si la disonancia cognitiva que has sufrido te induce a pegarle un puñetazo a causa del cabreo por sentirte estafado, LO REVIENTAS. De todas formas, el truco debió de salirle bien a Spectravideo, a la vista de la proliferación de joyballs que nos encontramos en revistas y catálogos: que si el Sigma, que si el Challenger, que si el Datex-Euromax…
Mención a parte merece la tortuga de Cheetah. Este chisme juega más bien con la confusión zoológica, con la vaga idea que teníamos de que los ordenadores serios se controlaban con un ratón, que servía para manejar algo así como programas de dibujo, de diseño, no sabíamos muy bien qué. El Cheetah Tortoise parecía en las fotos un ratón muy grande, y pensábamos que nos vendría genial para hacer algo más que dibujos tipo telesketch en el Art Studio o el Deluxe Paint. Y nada más lejos de la realidad, porque de nuevo nos han engañado: aquí no hay dispositivo analógico alguno, no hay bolita. Hay un joystick digital con el mismo mecanismo que esconde el Quickshot IX.